Dra. Adriana Kocornik-Mina, directora de Análisis y Métricas, Alianza Global por una Banca con Valores (GABV). Jefa de Delegación de la GABV como ONG Observadora en COP27
Como observadora que representa a una alianza de bancos, cooperativas de crédito e instituciones microfinancieras basadas en valores en la COP27, la Cumbre Climática anual de las Naciones Unidas, la autora se pregunta cuántos pasos se han tomado en el último año hacia un futuro inclusivo, sostenible y resiliente.
La respuesta breve es que los avances no han sido suficientes. La respuesta larga apunta a cuatro pasos importantes: avances hacia una mayor coherencia, avances hacia la integridad y la asunción de responsabilidades, avances hacia una mayor confianza y avances hacia cambios de mayor calado.
La respuesta breve: no es suficiente
Sabemos lo que está sucediendo, sabemos lo que tenemos que hacer, pero aun así, a título individual, no asumimos nuestra responsabilidad. Y como colectivo, no recompensamos de manera sistemática a aquellas organizaciones que “hacen el bien” y “evitan los perjuicios”.
Las leyes universales del fracaso del sistema, que se explican de manera sucinta en Changing the Game, de Simons y Nijhof, nos permiten entender más fácilmente cómo hemos llegado hasta aquí, aunque no hacen que la situación resulte menos descorazonadora. Siempre que la cultura dominante insta a que sus partícipes atiendan sus propios intereses, se centren en los beneficios a corto plazo y trasladen las consecuencias a otras partes o las aplacen, los resultados son insostenibles y excluyentes, y nos llevan a una mayor vulnerabilidad.
El programa de la 27ª sesión de la Conferencia de las Partes se centró en el impacto del cambio climático y las actuaciones relacionadas para abordar sus efectos o adaptarnos a él, así como en el desarrollo y la transferencia de tecnologías, cuestiones financieras, desarrollo de capacidades, pérdidas y daños, implementación y evaluaciones y otros elementos interrelacionados del problema sistémico global que supone el cambio climático. A pesar de la sensación de urgencia existente, seguimos sin tomar medidas colectivas verdaderamente globales, coherentes y sistemáticas para hacer frente a los fallos del sistema.
“Sigue siendo difícil abordar cuestiones sobre la justicia en la distribución de costes y beneficios, y aunar posturas sobre las posibles soluciones.”
Aun así, han surgido coaliciones para reforzar la acción global por el clima. La Red para Enverdecer el Sistema Financiero (NGFS), creada en 2017, es un buen ejemplo. Otro ejemplo más reciente es la Coalición de Ministros de Finanzas para la Acción por el Clima, que puede suponer un auténtico catalizador hacia la descarbonización y la resiliencia a escala que logre, al mismo tiempo, la estabilidad macroeconómica y financiera.
Sin embargo, conseguir estos objetivos sigue siendo complicado. El compromiso de los países desarrollados a destinar 100.000 millones de dólares al año a la acción por el clima para 2020 no se ha cumplido. Aunque los países han acordado establecer un fondo de pérdidas y daños para ayudar a los países pobres —cuyos detalles todavía se desconocen— el acuerdo definitivo no plantea acciones decididas acerca del cambio climático. La reducción de todos los combustibles fósiles —ya ni se habla de su eliminación gradual— y una mayor reducción de las emisiones no se mencionan en el acuerdo, sino que se hace hincapié en la captura del carbono —es decir, en lidiar con las emisiones— como componente de una energía con bajas emisiones.
Los bancos multilaterales de desarrollo, que centraron el 36% de los flujos destinados al clima en todo el mundo en 2019/2020, serán clave para dimensionar las inversiones y conseguir una transición justa y un desarrollo sostenible. En vista de que las fuentes privadas representaron el 49% de los recursos destinados al clima en ese periodo, resultan importantes las medidas tomadas por las empresas y las entidades financieras para mejorar sus compromisos con la neutralidad.
En vista de las múltiples crisis a las que nos enfrentamos, es digno de mención que más de cien altos dirigentes de diferentes países pusieran el foco en el cambio climático. Lo mismo sucede con los acuerdos sobre pérdidas y daños, el papel clave de los bancos multilaterales de desarrollo y, en especial, no dar marcha atrás en el compromiso político del 1,5 °C. Sin embargo, esto no es suficiente, porque todavía se deben definir los aspectos prácticos y porque los compromisos todavía se tienen que cumplir.
Pasemos ahora a la respuesta larga.
Primer paso: hacia una mayor coherencia
Es esencial adoptar una conducta coherente para lograr el cambio que necesitamos. A pesar de la magnitud del cambio climático y la sensación de urgencia que existe, la conducta individual no ha evolucionado como debiera. Sin embargo, la COP27 ofrece numerosos ejemplos de medidas dirigidas a potenciar la coherencia como principio —acciones que, a menudo, implican a múltiples actores. Supongamos que, por término medio, cada asistente a la COP27 generó una huella de carbono de 2,2 toneladas. En colaboración con el equipo de Laboratorios de Aceleración del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo de Egipto, SEKEM y Zero Fund pusieron en marcha un proyecto piloto, ZeroCOP27, para animar a las personas y empresas asistentes a compensar su huella de carbono. La plataforma permite comprar créditos de carbono agrícolas de Economy of Love. A través de esta colaboración, los asistentes compensan sus desplazamientos e invierten en la transición verde de pequeños agricultores de Egipto.
Este ejemplo es una de las numerosas soluciones que reconocen la interseccionalidad de los problemas y sus soluciones. La coherencia exige el esfuerzo tanto de los proveedores de soluciones y como de los agentes capaces de implementar estas soluciones; y la COP27 fue el espacio donde se impulsó este esfuerzo.
Segundo paso: hacia la integridad y la asunción de responsabilidades
El clamor que siguió a la publicación del informe de avances de la Alianza Financiera de Glasgow para las Cero Emisiones Netas —en el que se relega la campaña Race to Zero de Naciones Unidas (ONU) a uno de los numerosos órganos de verificación de los compromisos del sector financiero— ilustra el mayor control que ejercen las iniciativas voluntarias impulsadas por el sector, así como la importancia de conseguir un cambio real para lograr resultados positivos.
En marzo de este año, el Secretario General de la ONU creó un Grupo de Expertos de Alto Nivel sobre los Compromisos de Cero Emisiones Netas de las Entidades No Estatales con el fin de forjar normas más robustas y claras relativas a los compromisos de cero emisiones netas de entidades no estatales, y para acelerar su implementación. Se trata de un paso en la dirección correcta; la integridad y la asunción de responsabilidades en la reducción de las emisiones absolutas son una prioridad. El informe publicado recoge recomendaciones sobre normas y definiciones actuales para fijar objetivos de neutralidad, criterios de credibilidad para evaluar metas, mediciones e información, procesos de verificación y una hoja de ruta para convertir estos criterios y normas en reglamentos nacionales e internacionales. Asimismo, el informe demuestra que ha existido un amplio proceso de consultas y formula además diez recomendaciones. Estas recomendaciones constituyen un mecanismo de contención para evitar que los actores más rezagados arrebaten cuota de mercado a los líderes, al tiempo que impulsa la innovación.
Con el fin de lograr el avance necesario en la implementación de los compromisos asumidos en el marco del Acuerdo de París, todos los actores deben actuar con integridad y asumir su responsabilidad por aquellas decisiones que contravengan la consecución de los objetivos climáticos. La decisión de la Alianza de Propietarios de Activos Cero Neto de acoger las recomendaciones de este informe es señal de que existen diferentes partes importantes del sistema financiero que se están tomando en serio sus compromisos. Es de esperar que hagan lo propio otras iniciativas voluntarias, en particular, la Alianza Bancaria para las Cero Emisiones Netas.
Tercer paso: hacia la confianza
La COP27 es un excelente ejemplo de la importancia de los ciclos virtuosos que se forman entre los actores y sus iniciativas. En la COP27 se reunieron tanto partes como observadores para abordar el problema del cambio climático y sus efectos. Que el resultado no sea el adecuado no significa que la iniciativa en sí misma deba guardarse en un cajón, pues constituye una oportunidad para fortalecer y complementar a muchos de los asistentes. De hecho, numerosas colaboraciones como esta ya se han iniciado o se han desarrollado en el marco de la COP27 o en paralelo a ella, y permiten pasar de la desconfianza a la confianza. Tal y como nos recuerda Adam Kahane en Collaborating with the enemy, la confianza es un resultado, no una condición previa: surge de la conexión humana y se desarrolla a partir de la colaboración y el entendimiento mutuo.
Colaborar exige que nos comprendamos los unos a los otros y que entendamos nuestras prioridades. El entendimiento mutuo no es una mera transición, sino un elemento esencial para la acción por el clima. El valor de las alianzas voluntarias globales radica, entre otros aspectos, en la oportunidad para que los miembros intercambien y promuevan visiones comunes sobre mejores prácticas y objetivos compartidos. El Marco Informativo del Grupo de Trabajo del Plan de Transición del Reino Unido pone de manifiesto la importancia de conseguir un entendimiento común y sistemático de lo que se necesita para que todos los actores —desde los gobiernos al sector, pasando por el mundo académico y la sociedad civil— logren un futuro neutro en emisiones de carbono. La premisa del marco es que cada uno de los partícipes se comprometa a una transición adecuada hacia la neutralidad y la resiliencia climática. Se basa además en una definición común de cómo debe ser esa transición.
La oportunidad de trabajar codo con codo para resolver los problemas comunes que encarna la COP27 merece que se aborde con la debida extensión, de modo que se escuchen todas las voces, y que los costes y beneficios de la transición se repartan de manera justa.
“Es necesario un entendimiento mutuo de las prioridades para preparar el camino hacia una acción efectiva.”
Paso cuarto: hacia cambios más profundos
La visión común global de los pasos que es necesario dar se articula en el Acuerdo de París y en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU. Lamentablemente, existen múltiples puntos de vista sobre cómo materializar estos objetivos. Un importante número de actores se han comprometido con la idea de que se deben reducir las emisiones absolutas y los sectores emisores deben ver reducida su escala y, en algunos casos, eliminarse paulatinamente. Al mismo tiempo, otros partícipes respaldan, por diversos motivos, una mayor dependencia de las tecnologías de captación de carbono.
Desde la perspectiva de la comunidad global, debe examinarse de cerca la disponibilidad de tecnologías avanzadas para abordar las externalidades del alto consumo de combustibles fósiles. De manera similar, es necesario conocer y comprender adecuadamente la distribución de costes y beneficios asociados a una alta dependencia de estas tecnologías. Cuanto mayores ventajas generen estos avances para las administraciones públicas —en forma de ingresos fiscales, inversiones a escala nacional, empleo o mayores posibilidades de reelección— mayores serán las posibilidades de éxito. Más allá de los gobiernos, cuantos más criterios económicos se usen a la hora de analizar la sostenibilidad en las finanzas —sus aportaciones a la resiliencia y la estabilidad del sistema financiero— más fácil resultará reformular las dudas sobre el deber fiduciario de las entidades financieras y su obligación de hacer el bien.

Mesa redonda ‘Just and Fair Climate Action’ en COP27, organizada por Prosus/Naspers
Dejando de lado a gobiernos y entidades financieras, en la COP27 había organizaciones de la sociedad civil y, muy especialmente, representantes de la juventud sumamente informados y decididos a dar un impulso a la acción por el clima. Por ejemplo, Fridays for Future Uganda, con el respaldo de la Embajada de Francia en Uganda y la Asociación Nacional de Ecologistas Profesionales, organizó un encuentro paralelo a la COP27 sobre juventud, género y próximas generaciones. La reunión se tradujo en un informe donde se articulan acciones y medidas que deben tomar los líderes mundiales durante la COP27. El informe adoptó diez recomendaciones clave dirigidas al gobierno de Uganda y líderes mundiales. Dichas recomendaciones tienen que ver con el empoderamiento de las niñas y jóvenes para que asuman un mayor liderazgo en la lucha contra el cambio climático.
Que personas de todo el mundo conecten, intercambien visiones y busquen maneras de colaborar es un importante paso en sí mismo. Bajo el paraguas de la COP27 y tras numerosos diálogos formales e informales, abundan las historias de transformación de personas, empresas y sectores. Las numerosas historias de avances o su escasez en los medios de comunicación no hacen justicia a la variedad de soluciones desplegadas por personas y organizaciones, a menudo, con el respaldo de organismos públicos.
En consecuencia, la COP27 conjugó soluciones tecnológicas de bajas emisiones —desde el transporte eléctrico hasta la generación de energía con hidrógeno— con las tecnologías de captura, retención y utilización de carbono. También aunó a proveedores de financiación —incluidos propietarios de activos y actores que respaldan los mercados de carbono voluntarios— con los responsables de la elaboración de normas y taxonomías, y también con los propios usuarios.
Cuanto más se confíe en estas soluciones, mayores cambios se podrán conseguir. Por tanto, debemos conjugar la acción con la adaptación, la mitigación, la resiliencia y el desarrollo. Hay numerosos actores que trabajan con este enfoque holístico en mente.
¿Cuáles son los siguientes pasos? ¿Cómo conjugarlos todos?
De cara a la COP28, debemos profundizar en un entendimiento común de la sostenibilidad y la dignidad humana como valores comunes para todo el mundo. A continuación, se recogen algunos elementos que considero esenciales:
- Un acuerdo común sobre lo que significa “hacer el bien”. La Declaración Universal de Derechos Humanos y los ODS consagran este concepto y establecen en lo que debemos trabajar para que se materialice. Nuestro esfuerzo para lograr la adaptación y la mitigación, así como una transición justa, debe considerarse no solamente una respuesta al reto global que plantea el cambio climático, sino también una medida clave de un plan más amplio para lograr un futuro basado en estos marcos universales.
- Desarrollar una cultura global centrada en valores comunes. Además de las soluciones concretas que están articulando, debemos encontrar maneras de nutrir valores comunes y su puesta en práctica.
- Definiciones claras de sostenibilidad, modelos y herramientas contextualizadas en función de consideraciones locales. Para comunicar estos conceptos, debemos enfatizar “cómo” hacer las cosas, y no tanto el “qué” hacer. Sin embargo, al igual que con el compromiso político del 1,5 °C, debemos trabajar para desarrollar un compromiso en torno a la sostenibilidad y la dignidad humana.
- La coherencia, la integridad y la confianza son las claves para acelerar la acción por el clima y proteger los recursos naturales y la biodiversidad. Todo lo demás se traducirá en resultados insostenibles.
La inacción que hemos vivido en el pasado se ha debido, entre otros factores, a que los mercados recompensaban las prácticas insostenibles y a que las instituciones formales reforzaban esas mismas prácticas, los desajustes entre costes y beneficios y la falta de alternativas existentes. Pero ahora contamos con el impulso necesario para construir una estructura que vertebre nuestros compromisos. Ahora depende de nosotros que actuemos con coherencia e integridad con el fin de cultivar la confianza e impulsar el cambio.